El surgimiento de la ecología hasta las primeras planas de los diarios no sucede por causas tan hermosas, sin embargo. El siglo XIX inició la llamada Revolución Industrial, de la cual podemos decir que no se ha detenido. Las máquinas de vapor, o más tarde, de los derivados del petróleo, el uso extenso de la electricidad y el fenómeno imparable del urbanismo han afectado no sólo nuestras vidas sino el presente y el futuro de la vida en el planeta. Los primeros usuarios de los vehículos de gasolina tenían demasiadas cosas de qué preocuparse para darse cuenta de que sus aparatos estaban también produciendo contaminación. Con una población motorizada de millones y millones de personas aglomeradas en espacios relativamente pequeños, pronto esta contaminación se hizo visible. Ciudades como Londres o Chicago se hicieron famosas por su "smog," neologismo para designar una niebla (fog) que viene del humo (smoke) de nuestras máquinas. El smog fue una de las primeras señales de que no todo iba bien con el avance acelerado de la industrialización.
Y pronto llegaron otras señales de desastre: las especies extintas o en vías de extinción, el avance de los desiertos, los desastres nucleares como Chernobyl, la polución a veces irreversible de ríos y canales, el mal manejo de basuras y desechos industriales, la deforestación acelerada, el avance del cáncer y también de daños genéticos en animales y personas... Todo ello fue revelando el rostro oscuro y preocupante del avance de la industrialización; todo ello hizo que la ecología dejara de ser una afición romántica o técnica y empezara a ser del interés de todos. Lo más grave, en efecto, está en que es muy fácil dañar la vida, porque la vida es frágil, pero es muy difícil corregir o restaurar lo que se daña.
Surgió así una conciencia progresiva sobre el impacto de la mano humana en el planeta que es casa de todos. Los datos más recientes solamente han mostrado más la seriedad de la situación porque parece innegable que las emisiones de dióxido de carbono (CO2) vinculadas a la actividad humana están produciendo un aumento continuo en el promedio de temperatura en todo el mundo. Este calentamiento global, que se mide en la escala de unos dos o tres grados centígrados por siglo podría parecer despreciable a primera vista, pero sus consecuencias son gigantescas. Pagando un precio muy elevado estamos aprendiendo que, por ejemplo, la ferocidad y frecuencia de los huracanes tienen que ver con esta clase de promedios pues ellos inciden directamente en los depósitos de aire caliente sobre la superficie del Caribe.
-Por eso debemos aprender a querer a nuestro planeta y no destruirlo ya que gracias a las plantas y animales nosotros sobrevivimos .
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